martes, 18 de octubre de 2011

Hay amores que matan...con las mejores intenciones


-Acércate, mira, es mi mariquita.

La ví a la pobre tan solita ahí en esas florecillas de las macetas de mamá. Despertó en mi la ternura y decidí que debía cuidar de ella, igual que mamá cuida de mí cada día. Que no le pasara nada, porque ya no estaría sola en el mundo nunca más.


Le he preparado sus cositas, que no le falte de nada, tiene hasta su piscina. Yo creo que tiene que bañarse, además hace  mucha calor, pero ella parece que no quiere, intenta siempre salir del agua, y mira que yo le explico que es lo mejor para ella.

- ¡Niña!¡súbete ya que vamos a comer!

-¡Ay!, que mámá me está llamando, pero no te preocupes que en cuanto acabe vuelvo contigo.
Y para que no le pase nada, (más bien no se escape), la meto en un botecito pequeño, bien cerradito.

Pero, ¿qué ha pasado? Mi pobre mariquita ha muerto, con todos los cuidados que yo le he dado.
¡Yo no puedo vivir sin ella!, la echo tanto de menos.

Buscaré otra (a rey muerto, rey puesto).

- Acércate, mira, es mi mariquita.

Y vuelta a empezar. Pero no recuerdo la suerte que corrió esta segunda mariquita, seguramente le perdí el interés...y es que segundas partes nunca fueron buenas.

...O quizás aprendí que debía dejarla volar.

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