miércoles, 17 de octubre de 2012

Huétor Santillán (Crónicas de una excursión)

 VI. UNA CERVEZA, UN PERICO Y UN "LO OIGO Y LO HUELO...¿PERO DÓNDE ESTÁ?

Terminamos de pasar la tarde disfrutando de la casa y del paisaje alrededor. Entramos, salimos, nos quedamos un ratito al poquito sol que va quedando, damos alguna vuelta por los alrededores. ¡Esto es vida! No pensamos en nada más, porque no hay nada más en qué pensar, sólo disfrutar en un entorno excepcional, en una casa maravillosa, con entidad propia, rodeados de las personas que, en esos momentos, más valoramos, apreciamos y queremos en nuestras vidas: nuestros amigos.

Poco a poco la noche se va acercando y con ella, las ganas de cenar y de que empiece la diversión (¡¿qué tendrá la noche?!)

Cenamos de manera frugal en la cocina y ya estamos dispuestos para entrar en acción. Hemos llevado algo de bebida, aunque no mucha, principalmente cerveza, porque a "los niños" eso es lo que más les gusta. Y lo que suele ser lo normal en estas ocasiones, jueguecitos de esos del que pierde, bebe. No quiero participar en el juego porque no me gusta la cerveza, así que no presto la suficiente atención a las reglas, sólo sé que Llado casi se nos queda allí aquella noche...
 A su lado está Luci, y él está ya cansado de que siempre le toque perder. Así que toma una decisión drástica:

- Si he de beber lo haré como dios manda.

Cogió la litrona de cerveza y, sin pestañear ni movérsele un pelo, la empinó y se la zampó entera del tirón. Lo que sigue se lo pueden imaginar..., correr a más no poder a la calle para regarla con el líquido espumoso que salía sin piedad por boca, nariz, y hasta lagrimales, si me apuran.

Toda la noche está salpicada de salidas, por parejas, que van de visita al servicio..., todos sabemos los efectos que tiene en la vejiga de las personas, la cerveza.
Hay un único cuarto de baño en la casa. Está en la primera planta, próximo a todos los dormitorios. Ir solos, incluídos los varones, es un lujo que a esa hora y en ese lugar, no nos podemos permitir..., el miedo a cruzar la capilla, y subir las escaleras, adornadas las paredes, con algún que otro cuadro de santos, manda.

- ¿Quién viene conmigo al servicio?
- ¿Otra vez?
- ¿Y qué le hago? ¿Salgo por la ventana y hago fuera?
- No, no, que hace frío y está todo superoscuro, fuera no sale nadie. 
- ¡Veeeeenga, que yo voy!

A la vuelta del servicio, entrando en el salón, todos a coro:

- ¡CUIDADO CON LA PUERTAAAAAAAA! ¡QUÉ NO SE CIERREEEEEEEEE!

Entre el jaleo han empezado a saltar voces que reclaman que juguemos a las tinieblas de la noche. El lugar es el idóneo desde luego. Apagamos todas las luces, pero aún así está la luz del fuego de la chimenea. Tras pensar un rato qué hacer, decisión unánime:

- Nos trasladamos al otro extremo del salón para que el hogar no alumbre tanto.

Y todos de mudanza.

El salón está lleno de sillones, así que es fácil esconderse y, también tropezar para aquel que vaya buscando y los que traten de alejarse de él.

Tras varios turnos de juego, le toca "quedársela" a Dori. Entre risas, tropezones, empujones y demás, poco a poco vamos cayendo todos...menos uno.
Dori no para de dar vueltas y tocar cabezas, y meter dedos en el ojo, pero no hay manera de encontrar a Perico. Ella está desesperada porque ya no sabe por dónde buscar (nadie lo sabemos realmente):

- Lo oigo y lo huelo... ¿PERO DÓNDE ESTAAAAAAAÁ? (Lo que oímos es a Perico que no para de reir y de decir que nunca lo encontraremos).

Tras mucho rato deambulando unos y otros, tiramos la toalla.

- ¡Qué alguien dé la luz y a ver dónde está!



 Muerto de risa está, no nos podemos explicar, cómo ha podido aguantar todo el rato que ha durado el juego, charlando, bromeando y riendo... ¡colgado de una de las vigas del techo del salooooón!



1 comentario:

  1. Todo lo que me dediques lo leeré con el corazón abierto porque se que me estimas y valoras positivamente, si, no me malinterpretes, pero lo se, eso es un sentimiento mutuo, eres grande, muy grande, un besazo. (Pedro A.)

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